LAS ESCUELAS DE MONTEMOLIN
Las Escuelas de Montemolín, educación pública en el siglo pasado

José Antonio PradesEscritor
21/mar/25 – 08:52
A principios del siglo XX, cuando el barrio de Montemolín emergía, se hizo necesario iniciar también la formación de sus niños, que campaban por sus campos (valga la redundancia), “haciendo méritos para convertirse en carne de molicie o pasto del analfabetismo” (así se dijo en su momento). Ya desde 1903, se buscaron alternativas para crear escuela pública, cuya primera opción, pronto deshechada por lejana, andaba por la Media Legua, lo que hoy son las cercanías al cuarto cinturón o Z-40. Después de negociaciones, arranques y paradas, mediante visado del entonces arquitecto municipal Ricardo Magdalena, se construyó el colegio, en la esquina de la entonces llamada carretera de Castellón con el camino de Herederos, ahora calle de Numancia.
Según cuenta la que fue profesora y directora del colegio, María Dolores Tolosa, en el libro editado con ocasión de su centenario, en 2007, se construyó un edificio funcional, pero acorde con el contiguo Matadero Municipal. Siguió los cánones de la arquitectura ecléctica de esa época, inspirado en el arte aragonés del Renacimiento. Se utilizó ladrillo caravista para la fachada y se decoró el alero con una sencilla ornamentación. Hoy en día se conserva la estructura original, con dos cuerpos que sirvieron para las aulas separadas de niños y niñas, simétricamente dispuestos respecto al eje de entrada y la escalera que daba acceso a las viviendas de los maestros en el piso superior. Tomás Alvira fue uno de los primeros profesores, luego director, y posteriormente un activista reconocido en la ciudad como gran pedagogo con influencia política por sus dotes personales. Al poco de su fallecimiento, en 1927, las hasta entonces llamadas Escuelas de Montemolín reciben el nombre de Tomás Alvira, que se mantiene incluso después de su traslado, en 1984, a su actual ubicación, en el Pasaje de las Cigüeñas, en terrenos que fueron de la antigua estación de Utrillas. Durante un tiempo, el edificio primigenio albergó aulas para educación de adultos, pero ya lleva décadas cerrado y sin uso, con riesgo así de su deterioro y pérdida patrimonial de un bien histórico para el barrio y para la ciudad.
No obstante, mediante la propuesta de la Asociación Vecinal Larrinaga-Montemolín, que aboga por su recuperación, en alianza con la Fundación Social Cheso, entidad arraigada en el barrio, con una labor encomiable dedicada a la integración y formación de personas en riesgo de exclusión, presidida por Miguel Ángel Blasco, un montemolinero de pro, así como lo es su gerente de reciente nombramiento, José Ángel Aznar, aparece la posibilidad de que el edificio pueda dedicarse a esa misma labor, albergando la ampliación de las instalaciones que dicha Fundación posee en la cercana calle Privilegio de La Unión.
Con toda esta importancia expuesta, sería de recibo que el edificio fuera catalogado en vistas a una mayor protección. Y una alternativa que puede ofrecer posibilidades de acondicionamiento y solventar una necesidad sería trasladar a sus dependencias la Escuela Infantil municipal de La Piraña, ubicada ahora en el Centro Cívico aledaño, y que necesita desalojar temporalmente sus instalaciones para una reforma general.
Si así se consigue esa salvaguarda, la ciudad, el barrio, la educación y la integración se verían beneficiadas del halo existente en el edificio de alta pedagogía y enseñanza pública y necesaria.