Fábulas de Montemolin VII

febrero 25, 2025 0 Por Javier

Amor de a Dos

porque se trata de hacer pareja

Características propias de Montemolín

porque la clasificación es propia de este barrio

Los Personajes

porque las cabezas de grupo lo son, y alguna más

Las novias

Existe en Montemolín el amor prematrimonial, pero, a diferencia de otros barrios, se les dice novias a todas aquellas jovencitas sin marido, es decir, a las chicas solteras sin novio, pero con intención de tenerlo.  O sea, el apelativo se otorga también a la intención, a la inquietud, al deseo y al poder potencial.  No sería novia, pues, quien siendo soltera no presentara demostración de futuro usufructo de marido.

A los hombres no les cabía lo antedicho.

Así, en Montemolín, las novias sin novio, supuestamente doncellas, se dividen en tres grupos, a saber: las románticas, las realistas y las malvadas, clasificación surgida de la forma de proceder.

No se tienen noticias de que exista otro barrio en Zaragoza con una diferenciación tan excluyente.  Y esto sirve de orgullo, y para disputa con Las Fuentes, entre otros.

Aparte la originalidad, esta división presenta un aspecto muy práctico para los muchachos: pueden elegir entre realistas o románticas.  Las malvadas, claro está, no son objeto de atención, y hay que ser precavido para distinguirlas, pues se entremezclan con los otros grupos definidos.

Las Novias Malvadas, como su nombre indica, actúan con maldad.  No presentan organización aparente, excepto que la señorita Julia Mandarín quiere hacer las veces de cabecilla.  Julia Mandarín no se declara Novia Malvada, evidentemente, pero todo el mundo lo sabe.  Sólo es posible que caiga en sus brazos un forastero o un alucinado por su extrema belleza: pelo azabache, melena larga, ojos rasgados, labios sensuales, piernas interminables y otras habilidades de las que dan cuenta chicos de otros barrios.  Las Novias Malvadas buscan colocarse con muchachos de posición, sea social o económica, y de inmediato exigen sociedad de bienes gananciales.  Generalmente, trabajan de secretarias, tarea que abandonan con la nupcialidad, pues durante la soltería deben proveerse de fondos, nunca ahorrar, para dar un aspecto atractivo y elegante: trapitos de París, perfumes afrodisíacos, peinados exuberantes…

Puede ser muy difícil descubrirlas si no es que alguien las delata, pero tampoco será fiable la información a no ser que provenga de un muchacho escarmentado o de una Novia Realista.  Gustan de robar novios y para ello utilizan artes sibilinas.  Suelen hacer ostentación de gran sabiduría amatoria, «siempre adquirida a través de las enseñanzas teóricas de una hermana o prima casada», son capaces de dirigirse a un hombre sin ser presentadas y pueden utilizar filtros o maleficios, proporcionados por una bruja que habita en las inmediaciones de Miraflores (nadie, y yo tampoco, la ha visto nunca).

A diferencia de los otros dos grupos, no les es conocido ningún punto específico de reunión, pero hay malas lenguas que afirman que la señorita Mandarín las convoca los jueves de Luna Llena en el caserón izquierdo de la plaza Utrillas.  Otros dicen que aprovechan la oscuridad de los jardines del palacio de Larrinaga.

Las Novias Realistas son la repera.  Ni guapas ni feas      –para ellas la belleza es indiferente–, se ocupan todo el día en aprender las faenas del hogar.  Muchas de ellas abandonan el colegio sin llegar al Bachiller, porque su Licenciatura se cubre por cursos de cocina, de corte y confección, de manualidades, catequesis y puericultura.  Prefieren cambiar el pañal al hermanito que llevarlo al Parque Grande, y participan muy pronto en la administración de los ingresos familiares.  Sus padres y hermanos varones son escaparates de limpieza y pulcritud.

Ansían encontrar un hombre trabajador, dispuesto a criar una familia numerosa, que no moleste mucho en casa y que las lleve los domingos, todos encopetados, a tomar vermú a cualquier bar del barrio, no del centro, pues les gusta enseñar sus triunfos domésticos a la gente conocida.  Intentan la conquista invitando a comer al pretendiente, y se esmeran tanto en la preparación del condumio que gran cantidad de muchachos espabilados las cortejan exclusivamente para probar sus guisos.

Puesto que sus encantos se alcanzan con la experiencia, tardan algunos años en alcanzar su meta y son pocas las jovencitas que se inician directamente con este grupo.  No disputan entre ellas por tal o cual novio, incluso se intercambian información, pues no se sabe de ninguna que haya tenido un objetivo concreto, es decir, que no quieren nombres sino características.

Como puede suponerse, presentan una organización altamente estructurada, mínimamente jerárquica, pero muy funcional.  Coordina los asuntos Mariana Beltrán, regordeta y cercana a la treintena.  Hay responsables de Tareas Propias (limpieza, lavandería y planchado), Gastronomía y Confección.  También forman especialistas en Catequesis, donde se incluye una capacitación pedagógica, encaminada a la futura educación de la prole.  Se establecen cursos de estrategia para detectar Novias Malvadas infiltradas, con resultados altamente provechosos.  Tal como indicamos, al ser duradero el estado de Novia Realista, la estructura presenta carácter de estabilidad y, sobre todo, una comunicación muy fluida.  Es tan grande la cohesión del grupo que muchas veces reciben enseñanzas de mujeres ya casadas que antes fueron Novias Realistas, cosa que no sucede, ni sucederá, en los otros grupos.  Se declaran partidarias del Real Madrid.

Es fácil identificarlas y localizarlas.  Individualmente, se descubren porque siempre su conversación deriva en cómo lleva planchados los pantalones fulanito, o si está mal almidonado el cuello de su camisa.  Se reúnen todos los días en la puerta del mercadillo y allí comentan el precio del día en tal o cual producto, se informan de las ofertas y es objeto de comentario festivo el embarazo o parto de alguna conocida.  Suelen comprar regalos a los recién nacidos: una camiseta, unas gasas, un jersecito… nunca un chupete o un sonajero.

Sus pretendientes se encuentran generalmente entre los hombres maduros, y es habitual el matrimonio entre Novia Realista y hombre viudo.

Se preocupan poco de las cosas del amor.

¿Dónde están las Novias Románticas?  Es fácil encontrarlas.  O sigues el sonido de un suspiro, o te acercas al atardecer a la fuente de la plaza Utrillas.  Es como si se hubieran apoderado de ellas los fantasmas de los aguadores, y algunas comentan que les gustaría ser cortejadas como lo fueron sus madres (todas son hijas de exNovias Románticas, excepto Remedios, que grandes castigos debe soportar), al caminar con los cántaros apoyados en cabeza y cadera camino a los caños del suministro de agua para el hogar.

Hay una condición imprescindible para pertenecer al grupo: estar enamorada, no importa de quién, pero cada cual debe tener asignado un personaje masculino.  Las hay que aman a hombres casados; al panadero, al pescadero, al cobrador del tranvía; otras a Clark Gable, a Rock Hudson, a Vicente Parra… a Rodolfo Valentino, a Gary Cooper, a James Dean… al Capitán Trueno, a Tintín, a Roberto Alcázar, e incluso a Pedrín; y las menos soñadoras aman a chiquillos solteros, sean o no del barrio.  Puede haber discusiones si el objetivo coincide, pero suele ser secreto y no se divulga con facilidad; en todo caso, si se produce el enfrentamiento, nunca llegan a los mordiscos.

Son completas nulidades para los aspectos prácticos.  Quizá sean expertas en alguna materia aislada: limpiar el polvo, planchar… pero nunca por afición, sino por exigencia familiar.  Necesitan disciplina férrea para realizar estas tareas.  Pero hay que ser justos; ellas dicen: «Aprenderé cuando tenga novio, porque entonces lo haré todo a su gusto, no como mi padre o mi hermano quiere».  Generalmente, lo cumplen.

También se intercambian información: dónde han visto a Carlitos, la última película de Paul Newman, los amoríos de Elizabeth Taylor… y las aventuras de las radionovelas, en especial la de María Celeste.  Naturalmente, si encuentran novio, desaparecen de la sociedad, lo que ocurre con frecuencia, pues son las más solicitadas, y se casan por amor.  Tienen alguna consejera, casi siempre anciana, antigua Novia Romántica, viuda, viudísima, que no da pautas a seguir, sino que les habla y les habla de cómo fue su marido y de lo mucho que se quisieron.

Es impensable una estructura organizada entre las Novias Románticas.

Como característica entrañable, señalamos que presentan la media de edad más baja de los tres grupos.  Esto se explica de la siguiente manera: el genio romántico se despierta tempranamente, pues es maduración de los sueños infantiles; igualmente, encuentran pronto novio, no siempre el definitivo, y se casan al poco de pasar la veintena.  A muchas niñitas les gusta acercarse a la fuente de la plaza en lugar de jugar a las muñecas.  Debemos añadir que en este grupo se producen deserciones sonoras, tanto hacia el grupo de Realistas, como al de las Malvadas, por diferentes motivos: los desengaños, el crecimiento en edad, o la competencia por el mismo novio.  En el primer caso, pueden pasar igual a uno u otro grupo; en el segundo, siempre a las Realistas; y en el tercero, a las Malvadas.

Son ineficaces para descubrir la infiltración de las Novias Malvadas.

Hay rumores que les adjudican el uso de filtros amorosos que despiertan el corazón, supuestamente preparados por pequeños duendes que habitan en la copa de los plátanos de la plaza Utrillas (nadie, ni yo tampoco, ha visto nunca ni un duende ni un filtro).

Para conquistar a una novia romántica, es decir, poder cambiarle el objeto de su pasión platónica, solamente es menester acercarse a la fuente de la plaza y recitarle versos de Bécquer, o propios si son aceptables.  Puede servir también un relato fantástico.  Atención: es muy importante no abordarlas nunca en solitario, pues la soledad les hace fuertes en sus sentimientos; por el contrario, si se encuentra con el grupo y el pretendiente se dirige a ellas específicamente, los comentarios de sus compañeras serán decisivos para facilitar la labor.

Según la teoría, todas las novias de Montemolín están encuadradas en uno de estos grupos y es fácil localizarlas.  Yo tuve un problema: nunca localicé a la muchachita que había crecido demasiado al calor de los hornos de Peipasa.

Los Personajes

porque todo el barrio quiere a Adolfo

Amor de a Dos

porque es una historia de amor

El novio desorbitado

Anda por Montemolín un joven enamorado.  No sería noticia si estuviera poco enamorado o si en lugar de hombre fuera mujer.  En el caso de las mujeres, este evento se considera más habitual, incluso lógico, aunque en verdad nada, nada, les diferencia de los hombres.  Ocurre que la mujer expresa su sensibilidad con una dosis mucho mayor de dramatismo.  Ya desde pequeñas, está bien visto que lloren de amor.  Si un hombre lo hace…

El joven en cuestión se llama Adolfo, y desde hace ocho o nueve años le llaman «Dieguito», por el amante de Teruel.  Recoge papeles, periódicos, cartones, botellas de cristal y cuentos de princesas enamoradas.  Transporta su producto en un carrito de bebé para entregarlo a media tarde en la trapería de Sr. Chuchín, sita en la calle Higuera.  Según el precio, se desplaza hasta el establecimiento del Sr. Carramiñana, algo más allá del Cine Roxy.

Es alto, delgado y bien parecido.  En su adolescencia fue campeón de chapas y, como desde los diez años suspiraba por Anita, todas las estampas que ganaba eran convertidas en dádiva de amor.  Anita no pudo soportarlo y cayó rendida a sus pies sin haber pertenecido a ningún grupo de Novias.  Desde hace ocho o nueve años, Adolfo se ha cargado de espaldas ostensiblemente.  Las Novias Realistas opinan que le ocurre por culpa del peso del carrito.  Las Novias Románticas saben que, por la noche, el amante de Montemolín se sienta frente a la ventana y, cuando comprueba que Anita no llega, esconde su llanto entre sus manos y sus rodillas.  Las Novias Románticas lo saben porque él lo contó una vez junto a la fuente de la plaza Utrillas y piensan que ésa es la verdadera causa de su encorvadura.  Adolfo es asiduo de este lugar porque piensa que Anita, de ser, habría sido Novia Romántica.  Allí es donde regala los cuentos de princesas enamoradas que las Novias Realistas desencantadas, ya con marido, le escuchan con suspiros junto a algún cartón o botella de gaseosa vacía que le entregan al terminar.

Anita fue una muchacha espectacular: casi tan alta como Adolfo, rubia nórdica, activa y colérica.  Nunca aprendió a cocinar, pero se hizo esclava de la limpieza y experta en medicación.  Su abuela le enseñó el uso de los emplastes y su madre el de las aspirinas, pastilla para todo.  Sus muñecas tenían las nalgas agujereadas por la jeringuilla que le regaló don Rafael, el practicante de la Giesa… aunque ella se entendía mejor con doña Antonia, la otra practicante de la barriada.  En su infancia, deseaba con pasión coger un resfriado, a ser posible degenerativo en bronquitis, para convencer a doña Carmen, la médica, de que le recetara inyecciones de penicilina, a ser posible Farmapén.  Por cuestión de pudor y confianza, prefería que se las pusiera doña Antonia. 

Anita fue la primera mujer del barrio que se tituló en Ayudante Técnico Sanitario.

Vio a Adolfo por primera vez en la sala de espera de don Rafael, Miguel Servet, 85, segundo piso.  Puesto que la fama del practicante no era de hombre suave, el muchacho temblaba de pies a cabeza.  Anita no tenía miedo y le consoló, pero como le tocó entrar antes, se preocupó de que la puerta de la consulta estuviera bien cerrada.  Por la tarde, en la plaza Utrillas, Adolfo se declaró:

—Anita, ¿te diste cuenta de que nuestros culitos nos duelen por causa de la misma aguja?  Compartimos dolor en el mismo sitio.  Ojalá pudiera curártelo.

—¡Qué tonto eres! —respondió Anita—.  De un paciente a otro no da tiempo de esterilizar la jeringuilla.  A ti te pinchó con otra.

Y a partir de entonces, casi todas las tardes jugaban a médicos un ratito.  Cuando Anita se retiraba, a su casa o a jugar con sus amigas, Adolfo se entrenaba para ser el mejor en chapas.  Lo consiguió.

Como puede suponerse, Anita habría sido una excelente Novia Realista, pues alargó su afición a sanar catarros de niños recién nacidos, lo que también le dio especialidad en crianza, confección de ropita y elaboración de papillas.  Quizá se diferenciaba de ellas en que no consideraba necesaria la cohabitación con varón.  Prefería valerse sola.

Frente a la insistencia de Adolfo, Anita no pudo esconder su corazoncito y es sabido que también estaba enamorada, pero como cualquier Novia Realista.  En las noches de verano paseó con él de la mano por donde las farolas no alcanzaban a iluminar y, durante algún tiempo, frecuentó las reuniones junto a la fuente de la plaza Utrillas.  Suspiró, pero cambió muy poco.

Con dieciséis años, fue capaz de dar a Adolfo un beso en los labios.  Provocó el acontecimiento la decisión paterna, con influencia de la abuela, sobre los estudios de enfermería de Anita.  Tal fue el contento que la muchacha salió corriendo al encuentro de alguien con quien compartir la mayor alegría de su vida.  Quizá la casualidad, quizá los latidos de su corazón, le llevaron a las cercanías de Adolfo.  El chico escuchó extasiado.

Mientras duraron los estudios sólo se vieron las tardes de los domingos y una vez al mes se introducían en la oscuridad del cine Roxy, o del cine Dux, en San José, según la película.  Bajo un abrigo o chaqueta puesto sobre brazo de la butaca, unían sus manos.  Adolfo adoraba el tacto y el calor en su piel de la piel de Anita.  Anita palpaba los carpos y metacarpos de una mano masculina, excepto cuando él la besaba en la mejilla o los enamorados se abrazaban en la pantalla.

Al terminar la carrera, Anita hizo prácticas durante unos meses en la consulta de doña Antonia.  Adolfo se duchaba con agua fría todas las mañanas con la sana intención de resfriarse para que, mediante receta de inyecciones, si acaso el muslito de la mano de Anita que sujetaba la aguja le rozara una parte de la superficie de su piel íntima.

Cuando Anita entró en plantilla de Hospital Provincial, Adolfo recibió lecciones de anatomía.  Prestó mucha atención y aprendió rápidamente.

El día en que Adolfo se convirtió en Novio Desorbitado brillaba el sol y soplaba ligera brisa.  Anita había cubierto turno de mañana en el servicio de «Atención de Urgencias» y salió muy motivada.  Se vieron por la tarde con la intención de pasear hasta la Facultad de Veterinaria.

—No puedo realizarme en una capital civilizada.  Los enfermos no están necesitados.

—Mujer, tú eres su necesidad.

—No. Está claro… y decidido.  Me voy a las misiones, donde no hay jeringuillas, aspirinas y penicilina.

—Iré contigo.

—No. tú no eres médico.

Anita pidió destino en Senegal, con los hermanos de La Salle, donde estudiaba su hermano.  Adolfo cayó enfermo y no pudo ir a despedirla.  Le puso las inyecciones don Rafael, que tuvo que luchar contra una nalga muy prieta.

Adolfo dejó su empleo en Peipasa –lo perdió– y cuando su padre le exigió aporte económico, buscó un trabajo que le permitiera indagar sobre Anita.  Se colocó de dependiente en la mercería que ocupaba el local justo debajo del piso de los padres de la chica.  Pero entre los suspiros y las subidas y bajadas a pedir información a su exfutura suegra, doña Adela, la mercera, se hartó y no tuvo más remedio que despedirlo.

Intentó colocarse de cartero, pero no conseguía concentración para estudiar los pueblos de España (quizá si preguntaran por los de Senegal…).  Repartió leche para la vaquería de la calle Belchite, pero en su despiste derramaba cada día dos o tres cántaros…  en vista de lo cual, decidió por la autonomía y se hizo trapero.

Por las noches camina desde el cine Roxy hasta la Facultad de Veterinaria para mirar al horizonte en espera de ver aparecer a su amada.  Las aceras se llenan de suspiros y los viandantes le ceden el paso.  Hasta las gárgolas de la estación se apenan con su desamor.

Las noches de luna llena, con las doce campanadas, se llenan de un grito amargo: «¡¡¡Anitaaaaaaa!!!, que remueve las entrañas del barrio.  Ya nadie pregunta.  Las Novias Románticas lloran y se ponen a rezar.

Adolfo es la onda de frescura para aquellas Novias Realistas frustradas que se hacinan limpiando mocos, cocinando tres veces al día, limpiando el polvo y cumpliendo el débito conyugal con un marido bruto, generalmente borracho.  Con él desahogan sus pesares, queriéndose convertir en princesas que anhelan la llegada del príncipe apuesto.  Algunas le han llegado a confesar: «Ojalá hubiera sido Novia Romántica».

La madre de Anita llora en silencio un secreto.  Llegó hace tiempo una carta de la Congregación Lasaliana.  Se le comunicaba la muerte de Anita, enferma de fiebre amarilla, dejando viudo a un médico traumatólogo…

¡Chisst!, es mejor que Adolfo no se entere.