EL HOGAR DE LAS NEREIDAS
de Victor Garcia Bernad
AV Larrinaga de Montemolin.
En Montemolín, nos enorgullecemos y hacemos bandera con nuestra cantera
cultural y especialmente la literaria. Y es que no dejamos de aportar cantidad y
calidad al mundo con versos y prosas. La semana pasada, alumbramos nada menos
que un nuevo poeta, Víctor García Bernad, que como ganador del último concurso
convocado en la VI Edición de Rasmia de Zaragoza, ha publicado su primera obra: El
hogar de las nereidas, en la colección Los bigotes de Potemkin, de la editorial La
Herradura Oxidada, con el patrocinio de Asociación Aragonesa de Escritoras y
Escritores.
Y más orgullo supone que Víctor es hijo de Olga Bernad, poeta y narradora
consolidada en el panorama nacional, y montemolinera de corazón.
Reproducimos aquí tres poemas del Víctor y uno de los últimos textos de Olga
publicado en su muro de Facebook el pasado 19 de febrero.
LUCES DE OTOÑO
Nos quedan todavía noches de noviembre
para soñar lejanos infinitos
entre los reflejos de antiguos satélites
que el siglo de la revolución dejó a la deriva.
Entre las hojas del otoño y lo nunca dicho
miramos el paso de las máquinas
que los soviéticos mandaron al cosmos
y que son ahora
la burda imitación de las estrellas.
Nos queda un momento para vernos,
un último segundo de cariño
antes de alejar nuestras manos
hacia el recuerdo de una sombra.
Antes de que muera el último cosmonauta
cerraremos nuestros ojos
y sentiremos el frío que traen las estaciones.
(SIN TÍTULO)
La tarde se nos lleva con su viento
igual que el tiempo borra los recuerdos
de ilusiones y rebelión perdida.
Quizá no brote la herida y la sangre
que un día nos dejó la marabunta
con su destrozo urgente y violento.
Ya está vacío el piso y nos miramos
perdonando mis viejas retiradas,
esperando a que el rostro de este mayo
traiga mi redención tan imposible
y un cielo tan rojo que apague esta lluvia.
EL LAMENTO DE LA BOIRA
Cuando llegue la boira cierra el faro,
cubre con viejas telas mis ventanas
y no llores,
no llores por la brisa
ahí, donde nace el agua.
Porque brotarán mareas del vacío
para clavarnos la mirada inerte,
los golpes fortuitos de la vida.
Porque brotarán las aguas del ausente
dando la virtud de la paz: la tierra,
dando la costa: la Sangrante Herida.
Así que no llores.
No llores cuando llegue la boira.
Dime adiós y espera
a que el recuerdo pase,
a que el mar
sea mi cuerpo.
LOS OSCUROS
Llevo un par de días pensando en la oscuridad de las personas. En nuestra
tradición hispánica tan tendente a lo trágico hay una especie de querencia estética por
el animal oscuro frente al fervor algo superficial que otras culturas, como por ejemplo
la americana, sienten ante el brillante triunfador. Tendrá un matiz más hortera, pero es
mucho más alegre. Mi experiencia me dice que, además, esa cotización moral que le
damos al perdedor es muchas veces una falacia. Cuando por mi trabajo observo a
grupos de niños me doy cuenta de que (con todas las excepciones a las que nos
queramos agarrar) el guapo, el inteligente, el agraciado con muchos dones suele ser
lógicamente el más querido, el más popular… y curiosamente suele ser también el que
menos mierda lleva en la cabeza y por tanto el que más habilidades sociales atesora.
Hay gente encantadora. Ya desde pequeños los seres humanos, que sabemos más
verdades de nosotros mismos de las que nos decimos, envidiamos la luz que no
tenemos. No lo considero en puridad, y menos a tiernas edades, un mérito o un
demérito, puesto que no tenemos elección sobre la cantidad de belleza e inteligencia
que se nos otorga como punto de partida. Ambas cosas son tan injustas como
necesarias. Hablo de belleza en un sentido muy amplio: física, espiritual, intelectual et
caetera. Pero hace sentir a quien no la roza el oscuro agravio del pobre y eso aporta
una oscuridad extra de la que el desgraciado no tiene culpa, pero tampoco los demás.
Y, en el fondo, en algunos casos entiendes que sobren los motivos para sentirse mal.
¿Por qué hay personas por las que sientes algo parecido al amor con solo verlas,
quieres ser su amigo y disfrutar de su presencia y otras a las que solo quieres darles
muchísimas veces en la cabeza con un palo (o al menos que se mantengan lejos)?
Pues porque hay gente mejor que otra. Sin más. En la literatura los seres oscuros, los
desgraciados en el sentido etimológico de la palabra, nos resultan atractivos porque no
los tenemos que aguantar. Pero en la vida tenemos la humilde pretensión de ser un poco felices, y esa pretensión también es defendible. Vamos siempre hacia la luz.